Observador ciudadano/Enrique Bautista Villegas
OTRA RAYA AL TIGRE
“La confianza se gana con mil acciones y se pierde con tan solo una.” (Sabiduría popular)
Cuando Enrique Peña Nieto llegó a la Presidencia de la República el 1º de diciembre de 2012, contaba con la confianza de millones de mexicanos, por lo menos de aquellos que lo habían llevado a la Presidencia y los que le habían otorgado el beneficio de la duda al inicio de su mandato.
Tristemente esa confianza y oportunidad de fortalecerla, fueron rápidamente convirtiéndose en sentimiento de frustración para quienes la otorgaron de principio, y de rechazo para quienes ofrecieron el beneficio de la duda.
Primero vinieron los métodos autoritarios, verticales, y oscuros, contrarios a la mínima dosis de esencia democrática -que los mexicanos esperamos sean realidad algún dia-, utilizados para lograr la aprobación de las llamadas reformas estructurales. Estas fueron impuestas sin mediar consulta entre los ciudadanos que de una u otra forma serían sujetos de ellas.
Se ignoró olímpicamente la opinión de los especialistas, de los actores, y de los sujetos,en lo relativo a la reforma laboral-educativa. Los resultados de ese estilo imperativo y prepotente están a la vista.
Después vino la reforma energética, que ignorando el fracaso de los últimos 30 años del despropósito de ir entregando los activos de la industria petrolera a corporaciones privadas y habiendo dilapidado la riqueza del subsuelo, impuso una serie de artimañasque evitaron someter la iniciativa de Reforma Constitucional a una consulta ciudadana, con el fin exclusivo de legalizar el compromiso establecido por su gobierno de entregar los cada vez más disminuidos recursos del subsuelo a empresas trasnacionales. La misma generó el escepticismo y el rechazo de millones de mexicanos nacionalistas, respetuosos de los principios de soberanía, justicia y legalidad. Su destino está aun por verse.
Mas adelante llegaron las evidencias del abuso de poder para beneficio del circulo rojo: la tristemente célebre Casa Blanca, del propio Presidente y su esposa, la de Malinalco, del Secretario de Hacienda, los empresarios consentidos del sexenio, las imágenes en la revista Hola de la primera dama y las primeras hijas, despilfarrando dinero en los centros comerciales más exclusivos de los Estados Unidos, los departamentos de Miami, entre otras minucias. Todo lo anterior mientras que la inmensa mayoría de los mexicanos no tiene para pagar los satisfactores a sus necesidades básicas.
Paralelamente, se han venido dando sistemáticamente las manifestaciones de incapacidad, o falta de voluntad, de los cuerpos de seguridad para contener a la delincuencia y otorgar tranquilidad y paz a la ciudadania; conductas, que si bien no son responsabilidad personal del Titular del Ejecutivo, si son irradiadas con su ejemplo. No menos reprobables han resultado la falta de acciones precisas y contundentes para enfrentar la corrupción e impunidad entre funcionarios públicos de todos los niveles de gobierno.
Con esos antecedentes, no generó sorpresa, aunque si indignación, el reportaje presentado el pasado domingo por la periodista Carmen Aristegui, mediante el que acredita con pruebas irrefutables: el plagio, ya no de ideas y conceptos, que es legitimo y humano compartir, sino de párrafos enteros de libros escritos por tratadistas en la materia, que Peña Nieto escogió como tema para escribir su de su tesis recepcional.
Ciertamente ese hecho no influye de manera directa los resultados del gobierno que encabeza el Presidente, pero si presenta con claridad el perfil ético-académico de quien presentó esa tesis de licenciatura.
De qué sorprenderse, diría el ciudadano de a pie: esta acción no es más que “otra raya al tigre”.