Hablemos de gasolinas/Karla Cruz
Hace unos días escribía acerca de la importancia de generar alternativas de movilidad, de pugnar por un transporte público de calidad, por la construcción de teleféricos, metro buses o, ya de plano en Morelia, como mínimo un sistema de bicicletas públicas (ahora que va a hacer peatonal un segmento del centro histórico, sería extraordinaria la inversión en un sistema urbano de bicicletas, al menos en el primer cuadro de la ciudad, ¿se imaginan a cuántos estudiantes ayudarían?)
La semana pasada pagué la gasolina más cara de mi vida: $36.60 el litro en Niza, lo cual me deja una reflexión principal, y varias secundarías, que si me permiten me gustaría compartir. La primera (y, desde mi punto de vista, el principal problema que tenemos), es el valor de nuestra moneda frente a otras, que repercute en todos los sectores y por supuesto en el energético.
El precio de la gasolina está vinculado al precio del petróleo, el cual ha venido subiendo, a México no le basta con tener petróleo cuando más del 50% de la gasolina es importada, la gasolina se cotiza en dólares, y como el peso se ha devaluado, la gasolina cuesta más, es decir vendemos petróleo barato e importamos gasolina cara, la refinerías de PEMEX no están en condiciones de procesar más petróleo, por eso lo que urge es que exista competencia, que lleguen las inversiones que permite la llamada Reforma Energética y entonces contar con la infraestructura necesaria para que los particulares entren al mercado y si lo hacen de manera más eficiente podamos ver reducciones en los precios, precisamente como esta reforma lo tiene contemplado, pero mientras México no sea un país de mayor estabilidad económica, política y social, esas inversiones difícilmente llegarán.
Ahora, es verdad que aún con los incrementos al precio de la gasolina a partir del mes de enero, en México seguimos pagando una de las gasolinas más baratas, internacionalmente hablando; y, a pesar de que a mí tampoco me hace ninguna gracia volver a mi País y pagar casi $16.00 por litro, después de pagar $37.00 por litro de combustible, entiendo que de aquí para adelante, seguramente los precios de los hidrocarburos no van a ir a la baja ni en México ni en ningún lugar del mundo, hay que deshacernos de la idea de que el automóvil debe ser el centro de las políticas públicas de transportes y de que la gasolina no tiene por qué subir de precio cuando ya nos habían dicho lo contrario, lo que sí es un hecho es que al menos para el año siguiente, el impuesto sobre las gasolinas en México se reducirá de $4.60 a $3.00 pesos por cada litro.
No podemos negar que el aumento en la gasolina repercute en el bolsillo no sólo para quienes tienen coche, su uso en la cadena de producción, creará un efecto inflacionario en prácticamente todos los productos y servicios, sin embargo subsidiar la gasolina para mantener los precios bajos del combustible es algo que beneficia en mayor medida a quienes más la usan, clase media y alta.
Si se mantuvieran los precios artificiales de las gasolinas para 2017, el gobierno tendría que recortar al menos 200,000 millones de pesos o aplicar nuevos impuestos para todos los mexicanos. Ya se hizo en el pasado: de 2006 a 2014 se mantuvo un precio artificial de las gasolinas en México, lo que significó un costo de 1.1 billones de pesos, es decir 6.7 puntos porcentuales del PIB, dinero que bien pudo haberse utilizado en beneficio de los mexicanos a través de más gasto en salud, educación o en la creación de nueva infraestructura en el país.
En vez de exigir gasolinas baratas debemos presionar para que haya mejor transporte público, mayor infraestructura para medios de transporte alternativos, incrementos considerables en los salarios mínimos, y aun con los costos políticos que seguramente le repercutirán al partido político en el poder en el corto plazo, sigo convencida que el tiempo le dará la razón, al menos a 2 reformas estructurales importantísimas y con relación en estos temas: la Energética y la de Educación. Porque el problema no es la gasolina cara, el problema son los salarios bajos, la devaluación de nuestra moneda, la falta de infraestructura, alternativas de movilidad, los bajos índices de educación y cultura, y estos problemas había que atacarlos de raíz, basta de deuda y simulación, al toro hay que agarrarlo por los cuernos, no bastará un sexenio, pero poner las bases era fundamental.