Día de la poesía/Teodoro Barajas Rodríguez
El 21 de marzo se conmemoró el Día Internacional de la Poesía, los aportes de tantos poetas cabalgan en los laberintos del logos, las palabras se bifurcan en el mar de tinta y el sentido estético hace su parte para colorear esperanzas investidas de los versos.Hablar de poesía y poetas tiene un gran fondo, múltiples motivos. Palabras viene y van, conexiones con la metáfora, las distancias gramaticales a través de la métrica, creatividad, escudriñar el cosmos.Hace años conversé con mi amigo Mario Hernández Durán, acerca de una generación brillante que sacudió el cielo literario de España, la del 27. Esa pléyade de poetas mantuvo vigencia temporal porque llegó un asesino que no podría apreciar la belleza de las palabras, los clamores de libertad ni la fatigosa lucha republicana. Francisco Franco, el tirano conservador persiguió y asesinó a la gente pensante, sus contlapaches gritaban muera la inteligencia, viva la muerte.Trágico final encontró el dramaturgo Federico García Lorca a manos de los torvos sujetos franquistas, casi similar aconteció con el poeta campesino Miguel Hernández. Este último legó aquellos poemas dolientes, sinceros porque sus versos son en muchos casos autobiográficos, Las nanas de la cebolla, por ejemplo es un canto para su pequeño hijo. Elegía es un poema fúnebre dedicado a su dilecto amigo Ramón Sijé.Miguel Hernández escribió el poema Para la libertad, mientras visitaba los refugios de los lisiados y maltrechos combatientes republicanos, con los que luchó contra la reacción.Esa generación del 27 fue regresada a las calles gracias a Joan Manuel Serrat, el cantautor catalán contribuyó para publicitar tales acervos.Ya que hablamos de poesía cómo olvidar a un gigante que nos dijo que el amor se comparte mejor entre besos, noche y pan. Pablo Neruda, el chileno universal que nos legó una obra muy popular, socorrida en imágenes, erotismo y sublimes acentos pasionales en 20 poemas de amor y una canción desesperada.El poema número 20 a muchos nos queda en varias ocasiones, la empatía es apenas natural: Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise. Mi voz buscaba el viento para tocar su oído. De otro. Será de otro. Como antes de mis besos. Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos. Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero. Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido. Porque en noches como ésta, la tuve entre mis brazos, mi alma no se contenta con haberla perdido. Aunque éste sea el último dolor que ella me causa, y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.Tal fue y es el genio de Neruda, un hombre volcado en poesía, ciudadano del mundo que percibió el torrente de emociones para volverlas palabras.