Piedra Angular/Leopoldo González
La lógica de lo impredecible
El proceso electoral en que nos encontramos se desenvuelve bajo el signo de la incertidumbre: llegó cargado de grandes dudas, es atípico en su composición y concentra en su interior todas las características de lo impredecible.
En función de lo anterior, son dos las premisas madre que explican las costuras ocultas de nuestro tiempo: por un lado, y a falta de elementos, nadie es apto para predecir su propia victoria sobre los demás contendientes; por otro, no ha habido ni hay un triunfo seguro para nadie. Lo único seguro es lo que ocurre en el metro cuadrado que cada quien pisa, porque más allá… quién sabe.
La lógica de lo impredecible es el otro nombre de la lógica de la incertidumbre, constituida por hechos y elementos de la vida real relacionados entre sí, pero que no dejan ver fácilmente su influencia recíproca.
En el imperio social de lo impredecible, aplicado a la contienda electoral en desarrollo, todos los factores tienen un peso específico para las distintas causas que pugnan por la consecución del poder. Pero terminará por vencer a las restantes la que tenga mejor enfoque mercadotécnico, un planteamiento estratégico más articulado y una oferta programática capaz de calar en el grueso de la sociedad.
En el imperio social de lo impredecible, el modelo del Narciso enamorado de sí mismo, que apela al reflejo de su imagen en el espejo y en el periódico, es el parámetro más engañoso de todos; ahí mismo, las apariencias conducen a juzgar turbio sobre sus posibilidades, a quien se deja llevar por una imagen de honorabilidad supuesta, debido a que los electores buscan quién los impacte y sorprenda.
En un escenario electoral tan confuso e inestable, no deja de ser un acierto el que alguna campaña centre el núcleo de su manejo de imagen en lo permanente: es decir, en la colocación de Michoacán y de las siglas de partido más allá de lo accesorio y circunstancial, buscando convencer de que lo que realmente vale la pena, como valor, es lo que nos supera y trasciende a todos.
El aspecto en el que los tres principales candidatos a la gubernatura no convencen, pese a que sabemos que las campañas en forma inician hasta el 5 de abril, es el relativo a su oferta y tesis de campaña, en el que se advierten poca frescura y ninguna novedad conceptual.
En otras palabras, los años de dolor, de angustia y de incertidumbre que ha vivido Michoacán, lo han vacunado contra posibles “rollos” oportunistas y sensibleros y dejado listo –y más que dispuesto- para escuchar discursos no sólo veraces, sino interesantes, atractivos e inteligentes, y para escuchar propuestas razonablemente realistas y que puedan concretarse desde la función pública.
Después de todo lo que ha vivido en estos años, la sociedad michoacana no está ya para discursos elementales, para cualquier tipo de propuesta programática ni para prestar oídos al primer merolico electoral que pase. De aquí que los políticos en general estén obligados, más que nunca, a huir de lo rancio y antañoso y a ofrecer a sus posibles electores innovación conceptual, nuevos quiebres programáticos y una oferta electoral basada en el peso gravitacional de la verdad.
En épocas de escepticismo como la que vivimos, y en buena hora, la primera en padecer los anticuerpos del rechazo social será la mentira, porque a ella debemos la herencia envenenada que ha puesto en ruinas el horizonte de nuestros días.
Por tanto, quien quiera para sí el voto de una sociedad cruzada por la lógica de la incertidumbre, tendrá que hablar con el corazón a los electores y mantener en alto un lenguaje que construya esperanza a la altura del piso social.
Ojalá ocurra, porque los discursos vacíos nada dicen y a muy pocos conmueven.