México Sub 17 campeón mundial
Estamos viviendo una acontecimiento muy raro en nuestro país e inédito en nuestra ciudad: el campeonato mundial de futbol para jugadores menores de 17 años. ¿Qué desea la gente para nuestra selección? Sin duda desea toda la gloria, que sea campeón mundial pero puede ser el deseo de algo ideal, sólo de la fantasía, un sueño imposible. ¿Qué esperamos siendo realistas, que pase a la siguiente ronda nada más o que quede en un lugar regular? Ahí comienzan nuestros males porque nos falta la capacidad de creer, nos falta la capacidad de soñar, de esperar, lo que desata la energía personal para alcanzar metas nuevas, las más altas. Esto es posible, totalmente lógico. Somos tan capaces como todos los pueblos de la tierra que se dan los medios. Se necesita grandeza de alma para soñar, aspirar a ideales más altos, lanzarse a las cumbres, aspirar a ser campeones y no conformarse con aproximaciones. Somos una raza grande y noble, todas las razas de la tierra son grandes. Está a nuestro alcance ser campeones mundiales, recordemos aquella gloriosa selección sub 17 de Eder Guzmán y compañeros.En este momento podemos ser presa de una alegría ruidosa pero hueca, sin el impulso interior, el sacrificio que lleva a mayores logros. Esta euforia es llamarada de petate, no trae nada bueno. Esta actitud deja desencanto y fracasos. Es la experiencia que tenemos con la participación de la selección mayor de futbol en campeonatos mundiales, de nuestras voluminosas representaciones olímpicas.En muchos, pesa un complejo de inferioridad ancestral por una historia de derrotas y de sometimientos. Por lo demás somos ratones de un agujero, nos creemos coleros en el concierto de las naciones.Este complejo viene acompañado de un espíritu mediocre, conformista, de quienes dicen cualquier clase de excusa: “ya merito”, “quedamos a media tabla” o en el lugar X. Y alimentan con logros a medias sus ansias innatas de ser los primeros, de ganar el oro y ser campeones Nos conformamos con quedarnos en el camino y con lugares de consolación absurda. Nos conformamos con poco cuando se puede obtener mucho más. Hay otro factor determinante, la apatía, la mentalidad tacaña y mezquina, la pereza que vuelve a las personas incapaces de sacrificarlo, de darlo todo. Prefieren no molestarse, muchos chicos no son capaces de dejar su sillón donde pasan el tiempo en su rutina, haciendo juegos electrónicos, enajenados en su realidad virtual. Estos defectos de la raza de bronce, al lado de muchas cualidades de habilidad manual y corazón, se reflejan en los deportes y en todos los campos de la convivencia nacional: política, transparencia, educación, desempeño laboral, vida de fe. Es el juego nacional que todos jugamos, todos formamos parte del equipo de México. En casi todos los renglones: educación, productividad, democracia andamos peor que en futbol. La primera necesidad de los mexicanos es ¡despertar!, creer en sí mismos, liberar las tremendas energías y ponerse en acción. Hay que confiar, tener la certeza de que podemos llegar a la cumbre más altas, como aquellos chicos de la selección que alcanzó el campeonato mundial , como aquellos marchistas Raúl González y Miguel Canto que ganaron el oro olímpico en Los Ángeles, como los premios nobel, Miguel Ángel Gurría y tantos mexicanos que triunfan verdaderamente en su vida sin hacer mucho ruido. Hay que despertar la sed de grandeza, activar el enorme potencial de vida, de creatividad de entrega generosa al trabajo que dormita en cada mexicano. Quienes tienen la fortuna de tener la fe de Cristo tienen un apoyo suplementario: tienen un concepto más elevado de su propia dignidad y grandeza divina. Ellos tienen la convicción de ser imágenes vivientes de Dios, creados a su imagen y semejanza. Ellos creen en un Dios que es poder, perfección gloria y los comparte a sus criaturas. Los chicos de la Sub 17 deben ser campeones, nada más puede dejarnos contentos, con el alma henchida de euforia. Hay que creer, saltar a la cancha “con la victoria en el corazón” como escribe Saint Exupéry. Esto traerá a los mexicanos castigados, abatidos por los problemas, empobrecidos, sin gozo, aires frescos de fe, esperanza, amor, gloria. Nosotros, ya desde ahora, en las competencias de la vida, podemos alcanzar las metas soñadas y saborear la miel de la victoria y de la gloria. Vale la pena aceptar pagar el precio del esfuerzo generoso y la entrega [email protected]