Frutos de grandeza y santidad, Juan Pablo II
Ya se conoce la muerte de Osama Bin Laden a manos de un comando de Estados Unidos en Pakistán. Es un escándalo mediático, como una llamarada de petate. Yo prefiero hacer mi comentario sobre un suceso de la historia de un hombre que tuvo una trascendencia más amplia y positiva sobre el planeta: Juan Pablo II. Aquí experimentamos un dato de la fe católica: Juan Pablo II no ha muerto, sino para el mundo de materia. La obra de Juan Pablo II recuerda a los hombres una visión diferente de la Iglesia, que es santa porque Cristo la fundó y está en ella y le da su Espíritu Santo para que la guíe. La Iglesia produce frutos de admirable santidad, ésa es su finalidad, son santos que viven en todos los niveles, a veces humildes escondidos, a veces muy famosos y brillantes como Juan Pablo II. Formada por hombres pecadores, peregrina en la tierra, conoce casos de escándalo y pecado, que dan vergüenza y ameritan arrepentimiento, como los de pederastia. Son lodos del camino, pecados delos hijos dela Iglesia que traicionan su condición de hijos de Dios santo. No vale la pena detenerse en ataques a la persona del papa venidos de personas que muestran cierta animosidad desde sus puestos ideológicos, que no muestran fe ni base teológica. Hay escándalos que no hizo el papa ni trató él directamente, tendida en cuenta la enorme estructura de la Iglesia. La obra de Juan Pablo II, en su conjunto, fue trascendente en temas importantes para todos los pueblos del planeta. Fue un campeón en la defensa del hombre en contra de de las terribles males que amenazan con degradarlo y perturbar una convivencia pacífica y una vida digna de las multitudes. Señaló los peligro en Occidente: la pasión por el dinero y el placer de hacer ganancias, cueste lo que cueste. Ayudó mucho a superar muchos males de una ideología dictatorial y opresora de los hombres que atenta contra sus valores fundamentales, la vida y la libertad, el comunismo. No es coincidencia que en su tiempo triunfó la democracia en su natal Polonia que conoció otros tiempos de libertad. También cayó un signo de la opresión y división de la humanidad, el Muro de Berlín. Tuvo como un sueño, hacer con las otras religiones un frente común para salvaguardar la civilización de Occidente, sus más preciosos valores culturales. Cuando murió, en un pueblo que fue harto crítico con el papado, Francia, la revista L´Express titulaba: Juan Pablo II, él último de los gigantes. Afirmaba:”Diplomático, místico, congregador de multitudes, viajero… El Papa ha luchado en todos los frentes, hasta el agotamiento…”. El domingo pasado se celebró su beatificación ante cientos de miles de personas y ante multitudes mucho más numerosas otras más que siguieron la ceremonia por los medios electrónicos de comunicación con grande júbilo. Es un testimonio de una verdad muy querida para todos: el hombre sobrevive a su muerte material y puede encontrar la felicidad y al gloria que todos soñamos. Beatificar significa reconocer el grado heroico de la santidad del Papa mexicano (llamado así por su cercanía con nuestro país). Además, el cielo ha dado señales de que Juan Pablo está en la asamblea gloriosa cielo y de que intercede por nosotros (una religiosa francesa fue curada milagrosamente de un cáncer por su intercesión).El milagro se prueba científicamente pero para entenderlo hay que tener fe y saber eclesiología, lo que les falta a muchos comentaristas y conductores de noticieros.Falta aún la canonización cuando será declarado santo. Estos sucesos en los noticieros más oídos deben ser comentados por personas de fe y teólogos que saben de qué hablan Juan Pablo II fue un hombre de los grandes medios comunicación. Con su figura y su palabra anunció la Buena Noticia de Cristo a todos los pueblos. Su ejemplo ayudó a la Iglesia a valorar el servicio que pueden dar los medios ofrecidos por las nuevas tecnologías y su potencial enorme.La ceremonia se realizó en Roma el domingo 1 de mayo, el domingo de la Divina Misericordia instituido por el Juan Pablo. Se sacaron sus restos y se expusieron a la veneración, no a la adoración, de los fieles. Se le venera como testigo de la grandeza y de la bondad del Padre Dios.Benedicto XVI subrayó el testimonio de fe, amor y valor de Juan Pablo II que ayudó a los cristianos de todo el mundo a no tener miedo de llamarse cristianos y a no tener miedo de la verdad porque la verdad es garantía de libertad. “Dichoso tú, -dijo dirigiéndose a él- amado beato Juan Pablo II, porque has creído. Continúa sosteniendo desde el cielo la fe del pueblo de Dios.”