El secreto de la Sub 17
Las razas de los hombres son todas iguales, no hay unas superiores y otras menos dotadas, nacidas para perder y servir de escalón a las otras. Una enseñanza central del cristianismo y de todas las religiones: todos somos hermanos, hijos del mismo Papá celestial, con la misma dignidad y dotación genética. La Revelación de Dios consignada en la Biblia aclara el enigma de nuestra existencia. Nos descubre nuestro destino final: la victoria, la gloria, la felicidad. Dicho sea de paso, el mal procede del Maligno y de los hombres, sus aliados y sicarios. Canta bellamente una canción de Biblia (salmo): “lo hiciste un poco menor que los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad”. El optimismo de la biblia es radical, estamos hechos a imagen y semejanza de Dios. Ahora bien, Dios no es un dios de obras malhechas, un dios de fracaso. Otro canto dice: “al Señor la gloria, los gritos de victoria. ¿Hay quien cree que los mexicanos son menos dotados, que las otras razas, la raza aria, de los güeritos? ¿Pertenecemos a una raza de ratones verdes y no a la raza de bronce? ¿Los mexicanos seleccionados de futbol, los mayores con la enorme multitud de aficionados y fanáticos detrás, están destinados a ser carne de cañón, a no pasar de la segunda ronda de los campeonatos mundiales? ¿Cómo se explica el fracaso ancestral, incorregible de quienes participan en los “mundiales” con todos los recursos materiales y humanos y hasta lujos y una publicidad excesiva? ¿Por qué no han saboreado las mieles más puras de la victoria final? Tristemente hay muchos conformistas que afirman: ya estuvo bien, dimos tal paso, jugamos bien aunque perdimos, estamos entre las 30 selecciones mejores. Tampoco creen en sí mismo y su capacidad de ser campeones y por eso no saben exigir. No hay que buscar razones étnicas, como ya lo señalamos. Ni se trata de adentrarse en las altísimas profundidades psicológicas o filosóficas. La razón es sencilla y clara, de sentido común. Aprendemos de los seleccionados de la “sub 17”, tienen ímpetus puros de triunfo, son generosos, tienen su ideal nuevo de adolescentes. Con el paso del tiempo, el ambiente y las estructuras viciadas de la sociedad y de la FMF los va infectando, contaminando con sus taras de materialismo, hedonismo, ambición irracional de dinero y de placeres de la parte animal del hombre. En otras palabras es el dinero, gloria mundana (salir en la televisión), seducción y manipulación por parte de grandes intereses que no quieren el deporte sino hacer jugosos negocios con el futbol y con el genio de los muchachos, corrupción. Corrompen al ser humano en sus grandes capacidades de entrega y sacrificio, en sus ideales más puros. Tristemente, en nuestro tiempo muchos de los chicos de hoy no tienen ideales. Ablandan su ideal los sueldazos que se pagan en México, por encima de los otros países, en desproporción con la calidad de los jugadores. Por eso, muchos no tienen el coraje para irse a jugar a Europa donde si les exigen dar todo. Hay muchísimos más jugadores brasileiros, argentinos, uruguayos que mexicanos triunfadores en los clubes del Viejo Mundo. Completan la obra de hacerlos muelles, sin filo, las posibilidades de placer inmoral comprado con el dinero fácil, que mina su carácter y baja sus energías. Para muestra basta un botón: el escándalo de la sub-22 en Ecuador. No es la única vez que se han portado a sí los “seleccionados”. El ambiente no lo determinan los campeones sino los mercaderes de piernas, y grandes empresas buscan hacer negocios estratosféricos. La fortuna monetaria suplanta al ideal, sin importar la mediocridad deportiva, al fin y al cabo el negocio priva sobre el deporte. Se acaba la mística, el impulso que proyecta a las cumbres más altas, a dar lo mejor de sí mismo, se seca la fuente pura de la energía. Se cae en el conformismo, la mediocridad, al fin y al cabo ganan bien. Los chicos de la sub 17, que el mundo todavía no contamina y tienen su ideal puro y sus energías despiertas y pujantes nos van a dar la inmensa alegría de ser campeones. Abrirán así en nuestra vida un cielo limpio de pureza e ilusión, otra vez querremos alcanzar una estrella. En mi bola de cristal veo que la final va a ser muy intensa y difícil, pero México saldrá victorioso.