Diálogo/Mateo Calvillo Paz
Condena Javier Sicilia a la clase política por su lucha para alcanzar el poder en un ambiente de confrontación que han creado con su solo fin, el dinero.Es una respuesta a Manlio Fabio Beltrones que se preguntaba la semana pasada: el poder, ¿para qué? Vivimos en una situación de pragmatismo, automatismo, hacemos las cosas sin pensar. Se ha derrumbado el edificio de la filosofía, ya no nos cuestionamos a fondo sobre la finalidad de las cosas. En consecuencia, no avanzamos, nos la pasamos en economía, en política, dando vueltas no avanzamos hacia la superación de la crisis. Quien tiene capacidad de reaccionar, reaccione. Necesitamos ponernos a reflexionar, en una efervescencia electoral adelantada o permanente que vivimos en este país o en este mundo, en Estados Unidos también ya preparan elecciones presidenciales. ¿Qué estamos viendo en las elecciones para gobernador de un estado vecino? Las razones de la contienda aparecen a la vista: quieren ganar las elecciones y vencer al rival. Se ha elegido al candidato que asegure el triunfo y no precisamente el más idóneo, el que tenga el perfil para resolver los grandes problemas que enfrenta la entidad. La gran motivación es la victoria, obviamente no de la ciudadanía, de todos los habitantes del estado sino de la clase gobernante. No se han planteado los grandes retos y las grandes respuestas que se busca dar, no aparecen las grandes prioridades del ejercicio de gobierno que buscan. Tal vez se dan por supuestas, están en el repertorio de vieja retórica, acabar con los males ocasionados por los grupos rivales en décadas pasadas, acabar con los pobres, no dicen en qué sentido, toman esa palabra tan gastada. ¿Para qué? La pregunta sigue esperando respuesta y sigue exigiendo que se le tome en cuenta como motor del ejercicio de gobierno. Hay una respuesta más profunda y, por lo mismo, mas olvidada. Se les olvida la razón de ser de los gobernantes, que son ministros que están para servir. Ministro viene del verbo ministrare, servir, son mandatarios, hacen los mandados (mandatos). Deben servir a la persona humana, el primer valor de la vida social. Hay que buscar su bien, primera, objetivamente. Este valor está por encima de los demás. En teoría y en los discursos este valor no se contradice, en los hechos si. Este deber implica una serie de virtudes que ya no se encuentran en una situación de podredumbre, de descomposición social, como lo señala el periodista Javier Sicilia al condenar el asesinato de su hijo. Es un poco el resultado del afán de algunos de borrar los valores religiosos y morales en nombre de un laicismo y una libertad mal entendidos. Los buscadores de poder con frecuencia se buscan a sí mismos y traicionan su razón de ser y la finalidad para la que asumen el poder. Esto los señala un hombre sumamente inteligente, clarividente, con una jerarquía integral de valores, Benedicto XVI. En inscripciones muy antiguas –recuerda el Papa- de los Sumerios, de Asiria y Babilonia, el rey (en nuestro caso la autoridad) se presenta como el pastor. Apacentar a las ovejas es su tarea como gobernante. En esa línea, el profeta Ezequiel, desafía y acusa a los pastores contemporáneos que se buscan a sí mismos. Es un mal viejo como la humanidad. Se puede superar si los hombres se renuevan siguiendo los consejos del más grande de los maestros: conviértanse, renuncien a sí mismos… En esa situación, El profeta Ezequiel proclama la promesa de que Dios mismo va a buscar a sus ovejas y a cuidar de ellas. “las haré volver de los países a su propia tierra…. Las haré descansar dice el Señor Dios. Buscaré a la oveja perdida y traeré de regreso a la descarriada, vendaré a la quebrada, fortaleceré a la débil y cuidaré a la vigorosa, bien alimentada (Ezequiel, 34, 13, 15-16). Los gobernados, que somos personas dignas e inteligentes, seguimos esperando que los pastores cumplan finalmente la misión que es su razón de ser autoridades. Está en su poder si resisten a las seducciones de la corrupción. El hombre es imagen de Dios y como tal es capaz de amar y de servir, hasta dar la vida por sus hermanos, como Jesús, el único Mesías. Así lo profesamos quienes tenemos el don precioso de la fe. [email protected]