Las guerras sucias/Julio Castellanos Ramírez
Atrás han quedado los tiempos de las campañas electorales, partidos y candidatos han hecho su labor y ahora toca el turno a los electores, quienes este domingo 7 habremos de elegir a nuestras autoridades municipales, a los diputados federales y locales, así como a nuestro próximo gobernador o gobernadora.
Pero es ahí donde quizá muchos electores, aún después de haber concluido las campañas políticas, se encuentren frente a la duda o a la incertidumbre respecto a cuáles candidatos o partidos habrán de apoyar con su voto. Y ello es entendible porque durante sesenta días los ciudadanos han tenido que soportar millones de spots transmitidos a través de medios electrónicos y, en esta elección, como en ninguna otra, la presencia de las voces, opiniones, videos y mensajes de candidatos, partidos, seguidores, simpatizantes y usuarios en toda la amplia gama de las redes sociales.
Ahora, a diferencia de las campañas del pasado, cada usuario de telefonía móvil tiene acceso a más información, no necesariamente verídica o de calidad, y también, eso es lo mejor, tiene la posibilidad de publicar sus opiniones, análisis, puntos de vista, críticas y ovaciones. El saldo de todo este maratón es lo que deja al ciudadano exhausto, cansado, a veces confundido y, otras tantas, desanimado e indiferente.
Bajo este contexto, se explica también la mayor presencia de las denominadas guerras sucias, en ocasiones promovidas y alentadas por los propios candidatos y en muchos casos por los simpatizantes o adversarios de los mismos, con acciones que rayan en el fanatismo y que de tanto repetir, aunque sean mentiras, muchos terminan creyéndolas como verdades y, lo que es peor, al menos de eso estoy consciente, son producto de la miseria humana. Particularmente me llama la atención, en el caso de los candidatos punteros a la gubernatura, que los tres son legisladores federales con licencia, y antes del inicio de las campañas, había tal camaradería entre ellos, que ahora no entiendo muchas de las historias de los ataques entre ellos. La pregunta es: ¿por qué en casi tres años de compartir las tareas legislativas, nunca hicieron entre ellos señalamiento alguno ni manifestaron dudas o quejas respecto a sus antecedentes o comportamientos?
Me queda claro que algunos de los roles que nos toca jugar a las personas al paso de esta vida es o ser jueces, o ser testigos o ser cómplices, y en el caso de las guerras sucias que desataron algunos de los participantes en esta contienda electoral, afortunadamente no me tocó jugar ninguno de esos roles. En la guerra de descalificaciones no fui juez porque no tengo pruebas de lo mucho que se dijo, no fui tampoco testigo ni cómplice.
Al final de cuentas me quedo con la opción del candidato que hizo más propuestas, con el que no se enganchó en los ataques y en la guerra sucia. Votaré por el candidato que mejores propuestas presentó, con el candidato que, con su actitud, mensaje, discurso y ejemplo, dio muestras de querer trabajar sin odios, sin resentimientos, a favor de la paz y de la unidad de los michoacanos, a favor de su progreso y desarrollo. Los michoacanos, creo yo, ya no queremos más confrontaciones, más rencor, más resentimiento. Queremos trabajar, más allá de los partidos y de sus fanatismos, a favor un mejor futuro para todos. Votaré por el candidato, que en funciones de legislador, más ha trabajado por los michoacanos y por el que, en los hechos, más se ha comprometido por el bienestar del estado.