Cámara de Diputados: sabor agridulce
El mes pasado concluyó el segundo periodo ordinario del segundo año de la LXI Legislatura del Congreso de la Unión. Dicho periodo se caracterizó por una actividad intensa en materia legislativa, particularmente en la Cámara de Diputados ya que varios dictámenes de ley fueron aprobados por los legisladores.El Grupo Parlamentario del Partido Acción Nacional, del que soy parte, impulsó y aprobó con sus votos varios dictámenes de iniciativas tan relevantes e importantes como el del Combate al Secuestro, que perfecciona la ley en la materia y evitará que los secuestradores vivan en la impunidad; el de la Eliminación de las prácticas monopólicas, que permitirá impulsar la productividad y competitividad, promoverá el empleo y el bienestar de la sociedad en su conjunto, al tiempo que abatirá las prácticas monopólicas u oligopólicas que impiden alcanzar los niveles de crecimiento económico que requerimos, además de fortalecer el papel del Estado Mexicano en su función de regulador de la actividad económica.También aprobamos la iniciativa de Acciones Colectivas, que permitirá que más mexicanos cuenten con un mejor acceso a la justicia ya que otorgará la posibilidad de hacer valer en una sola demanda, los derechos de un conjunto de personas contra prestadores de bienes o servicios o contra personas que han provocado afectaciones al medio ambiente, cuya finalidad es que se reparen los daños causados través de procedimientos rápidos y que aseguran la debida salvaguarda de tales derechos. De igual forma fue aprobado el nuevo Reglamento de la Cámara de Diputados, que después de más de 70 años por fin pudo ser modificado y actualizado a los requerimientos actuales de una democracia deliberativa y sin restricciones como la que exige nuestro país, además de permitir que el trabajo legislativo sea más efectivo, eficiente y transparente a los ojos de la ciudadanía.Sin embargo, hay que decirlo con todas sus palabras, la LXI Legislatura, particularmente la Cámara de Diputados, fracasó por culpa del priísmo en, por lo menos, cuatro temas legislativos sumamente importantes para la vida nacional. En primer lugar, quedó pendiente la Ley de Seguridad Nacional, algo absolutamente incomprensible debido al contexto de violencia e inseguridad que atraviesa el país. En este caso en particular habrá que decir que es completamente contradictorio escuchar a ciertos partidos políticos reclamar seguridad al Estado mexicano y, a la vez, observar cómo se niegan a darle al Estado mexicano las herramientas institucionales necesarias para llevar a cabo dicha tarea.Por otra parte, la contaminación y los intereses electorales del priísmo volvieron a prevalecer en la Cámara de Diputados al negarse a sacar adelante la Reforma Política que tanto hace falta para consolidar un país de ciudadanos, no un país de partidos políticos. El priísmo en la Cámara de Diputados se niega rotundamente a darle poder a los ciudadanos porque, así como lo demuestra su historia, ellos consideran que el poder es para utilizarse en contra de los ciudadanos.Respecto a la Reforma Laboral, los priístas presumieron su bipolaridad ya que pararon en seco una iniciativa que ellos mismos habían presentando y que había conseguido el respaldo del GPPAN y de otros grupos parlamentarios. Esta decisión priísta encuentra explicación en razones políticas, electorales y coyunturales que el priísmo aprecia más que el aprecio que pudiera tenerle a la tarea del mejoramiento de las condiciones laborales y de la generación de más y mejor empleo para los mexicanos.Finalmente, con respecto al nombramiento de los consejeros del IFE, lo que sucede es algo parecido a lo anterior. Los priístas ven al IFE, órgano autónomo garante de la democracia en nuestro país, como todo en la vida: un botín político. No se han podido nombrar a los consejeros del IFE simple y sencillamente porque el priísmo desea imponer como consejeros ciudadanos a personas que tienen nexos y compromisos políticos con el PRI. A lo que varios grupos parlamentarios de la Cámara de Diputados nos hemos negado.A manera de conclusión, si bien el segundo periodo de sesiones trajo consigo algunos cambios institucionales de calado para nuestro país, también es cierto que otros cambios importantísimos fueron metidos a la congeladora por el priísmo. Parece ser que hemos quedado con un sabor agridulce en la boca; sin embargo, aún queda la alternativa de llamar a un periodo extraordinario de sesiones, lo cual permitiría dar salida a los pendientes mencionados. No obstante, para que sea posible, es necesario que el priísmo así lo quiera, cosa que es poco probable.