Teléfono Rojo
* Galván, un secretario de operador político * Gestiona y obtiene apoyo de gobernadores * PAN y PRD: ¿adiós a las alianzas doradas? Si la Ley de Seguridad Nacional ve luz esta semana, se deberá a un artífice singular. El general Guillermo Galván. Un secretario de la Defensa dispuesto a enfrentar retos. Cuando en 2006 fue llamado por Felipe Calderón, aceptó sacar a los soldados para enfrentar a la delincuencia organizada y en especial a los cárteles del narcotráfico. Decisión mayúscula porque su antecesor foxista, Ricardo Vega García, se había negado a vaciar cuarteles para ver a la milicia en gran cruzada nacional contra el crimen. Rechazó inclusive enviar apoyo castrense para desalojar a quienes destruían Oaxaca, amparados por la Sección 22 del SNTE y la APPO de Flavio Sosa, con el fin supremo de tumbar a Ulises Ruiz. Al final, tras numerosas solicitudes de apoyo de Ruiz al secretario de Gobernación, Carlos Abascal, el respaldo provino de la Marina de Marco Antonio Peyrot. Galván nunca titubeó. Tomó posesión el 1 de diciembre y días después desplegaba el Ejército en Michoacán, la tierra natal de Calderón. OYE SOLICITUDES Y HACE OTRAS De inmediato vinieron los cuestionamientos y el general Guillermo Galván tomó la iniciativa. Solicitó un marco jurídico para normar la participación de las fuerzas armadas en la recuperación de zonas en poder o asediadas por el crimen organizado. El presidente Felipe Calderón mandó la iniciativa al Legislativo, pero el divisionario no se sentó a esperar el fruto de su añejo reclamo. Ha tenido ocasiones maravillosas. Los gobernadores, por mencionar el ejemplo más importante, han acudido en busca de batallones y él concede, pero también solicita. A menudo recomienda militares de dos y tres estrellas para secretarios de Seguridad Pública en aras de coordinación y les pide su colaboración máxima para la batalla anticrimen y para la nueva Ley de Seguridad Nacional. La primera sugerencia para los nombramientos castrenses la hace el presidente Felipe Calderón, pero las negociaciones se consuman en la Defensa Nacional. Ahí han ido muchos -Egidio Torre, Miguel Alonso, Mario López Valdez, Guadalupe Osuna, Jorge Herrera, Francisco Olvera- y otros han sido visitados por el general Galván. Uno de estos es Enrique Peña Nieto, con gran representación en las bancadas priístas y mayor influencia en el Legislativo. La labor de todos ellos ha sido fundamental para el aval pendiente de la Cámara de Diputados a las reformas y ahí está la raíz de la inminente aprobación. Estamos por ver si vencen ellos o los opositores sistemáticos de izquierda. NEGOCIACIONES EN LO OSCURITO Si el PRD rompió la alianza en el estado de México, en Nayarit puede hacerlo el PAN. La cúpula azul amaga con renegar de un viejo aliado, pues eso es Guadalupe Acosta Naranjo, cuadro de confianza del calderonista Jesús Ortega. Acosta Naranjo no es fiable para Los Pinos. El PAN de Felipe Calderón y Gustavo Madero prefiere a Martha Elena García, la esposa del ex gobernador Antonio Echevarría porque la conocen desde los tiempos de la sociedad cocacolera de su marido con Vicente Fox. Además, en sus encuestas le acreditan mayores posibilidades de competencia ante el priísta recién registrado Roberto Sandoval, quien dejó vestidos y alborotados a los azules pese a las mediaciones -por instrucción superior- de Roberto Gil Zuarth. La definición está a horas y ambos partidos, contradictorios socios en lo electoral y adversarios en lo ideológico, hacen negociaciones -“en lo oscurito”, reporta la prensa cora- sobre el candidato. Los Chuchos no aceptan desamparar a uno de los suyos y, a despecho de los intereses presidenciales, mueven playas y montañas para fortalecer a Acosta Naranjo. Puede ser el fin de la época dorada iniciada con Oaxaca, Puebla y Sinaloa en 20010, y coronada en 2011 con Guerrero.