Las razones del Vaticano
Las últimas semanas fueron de un intenso bombardeo publicitario rumbo a la fastuosa ceremonia de beatificación de Karol Wojtila, consumada el domingo pasado en la Plaza de San Pedro, en Roma. Se recrearon hasta el cansancio diversos pasajes de su vida, haciendo énfasis en las cinco visitas pastorales que el sacerdote polaco realizó a México, en su calidad de máximo jerarca de la iglesia católica. Su trayectoria como obrero y luego su paso a la carrera eclesial para realizar una larga trayectoria de décadas, con un pontificado de 26 años, consumieron minutos enteros en los horarios de mayor precio en los medios electrónicos de todo el país. Incluso, en una suerte de competencia mediática, el tema jugó y ganó un “mano a mano” con la famosa boda real británica que también acaparó la atención de los medios.De acuerdo con las amplias motivaciones que los promoventes de la causa tuvieron para esta beatificación tan acelerada de tan sólo cinco años, todo hubiera estado bien e incluso, podríamos haber estado de acuerdo con ellos. Sin embargo, como aquí en este mismo espacio se señaló en diversos comentarios, el pontificado de Wojtila cursó en paralelo con la comisión de la serie de ilícitos por parte de Marcial Maciel y esto indefectiblemente constituye un “prietito en el arroz”. Es decir, aunque las imputaciones al clérigo michoacano fundador de la congregación de los Legionarios de Cristo no debieran implicar directa y necesariamente a las autoridades eclesiásticas superiores, lo cierto es que la responsabilidad puede ser compartida por no haberlo puesto a disposición de las autoridades judiciales de los países donde fueron cometidos los delitos en agravio de decenas de personas. Como bien reza la doctrina católica, se peca de pensamiento, palabra, obra y omisión. Haber dejado sin castigo o haber dejado pasar los hechos constitutivos de delito, de alguna manera hizo corresponsables a quienes teniendo conocimiento y la plena facultad para actuar, prefirieron guardar silencio y proteger a uno de sus militantes, en aras de no dañar a la institución religiosa que representaban.Es obvio y evidente que existe un cierto paralelismo entre las trayectorias de Juan Pablo II y Marcial Maciel. Como meridianamente dijera en estos días una comunicadora, en torno a ellos “ha corrido mucha agua”. Desde luego, no están desligados los hechos y la inacción del Vaticano obedeció seguramente a la rentabilidad que en varios planos les representaba Maciel Degollado. Hay quienes sostienen que con la fundación de la Legión, el michoacano contribuyó a evitar el éxodo hacia otras religiones. Igualmente, el poderío económico que forjó a través de los años fue factor de decisión para solaparle sus trapacerías. Aquí hemos aportado cifras de sus activos y del número de empleos que conforman su nómina. Hay indicios de que alguna vez Marcial Maciel sobornó a autoridades españolas por un escándalo de drogas. En fin, el supuesto carisma y la solidez financiera de los legionarios sirvió en diversos momentos para robustecer a la iglesia católica y ello explica las decisiones que ahora vienen a empañar la beatificación de Karol Wojtila, que en los hechos pudieran ser una antesala de su santificación, si es que las impugnaciones que se pretenden interponer no surten efectos y todo se viene abajo.Es claro que el Vaticano tiene la capacidad política y financiera para torear este tipo de situaciones. Sin embargo, hoy las cosas no son como antes y el número de voces que se han animado a expresar su inconformidad son más numerosas y más contundentes. No nos extrañe que los impugnadores puedan lograr resultados favorables y que este proceso tendiente a desviar la atención de los críticos se desvirtúe. Habrá que seguir con lupa los acontecimientos, pues lo que el mundo vio el domingo pasado fue una especie de acto plebiscitario para demostrar la capacidad de convocatoria del Vaticano y enviar un mensaje de fortaleza a las demás asociaciones religiosas, ya que amén de los cientos de miles de fieles, estuvo presente una centena de jefes de estado y de gobierno, que disciplinada y simbólicamente fueron a dar legitimidad a este acto.