¿Estado eficaz?
En un lapso de 4 días, los mexicanos escuchamos una importante carga discursiva que trató de convencernos por un lado que lo hecho hasta ahora está bien hecho y por otro, que lo que está por venir, se está pensando bien. La primera parte corresponde al mensaje de Felipe Calderón Hinojosa alusivo a la entrega del V Informe de Gobierno al Poder Legislativo. La segunda al discurso de Enrique Peña Nieto, posterior a la entrega de su VI Informe a la Legislatura Local del Estado de México.El mensaje de FCH fue amplio y minucioso en la justificación de su obcecación por seguir en la guerra contra el crimen organizado. Incluso, en la reunión posterior que sostuvo hace pocos días con el Rector José Narro, insistió en que ésa es la única salida que él ve para contrarrestar ese fenómeno. No era de esperarse que pidiera perdón a las víctimas o a sus familiares, como tampoco lo era el minuto de silencio que en su memoria se guardó, ni tampoco el anuncio de la creación de una procuraduría para la defensa de las víctimas, que es un esfuerzo para paliar el impacto de los “daños colaterales”.En un tono distinto, EPN manejó un discurso orientado a inspirar confianza y a propiciar certeza en el futuro que está por venir. Con plena conciencia de las tendencias y con la convicción de que nadie podrá bajarlo de la candidatura de su partido a la presidencia del país, dejó muy clara su idea de que hay que rescatar lo útil de los regímenes anteriores y aunarles el ímpetu, el entusiasmo y las nuevas tecnologías para hacer de México una potencia. Más que juzgar lo malo del pasado, Peña Nieto propone ver hacia adelante y hacer un ejercicio de reencuentro para tratar de construir un futuro más promisorio. Suena interesante, pero de inmediato surge el cuestionamiento sobre la forma de lograrlo.Extremadamente cuidadoso de las formas y de sus palabras, EPN expresó reconocimiento al actual régimen por su apoyo al gobierno estatal que encabeza y de alguna manera, ratificó su acuerdo con la estrategia militar empleada hasta ahora. Sin embargo, comentó que sería mejor que el Ejército realizara la función que le es natural y que retornara a los cuarteles. A mayor abundamiento y en una suerte de ejercicio prospectivo, se refiere a un interesante concepto de “Estado eficaz”. No faltó quien pensara en una velada referencia a ese concepto que tanto se ha rechazado de “Estado fallido”. Pues bien, tanto la eficacia como la eficiencia son dos rubros que justamente han sido ausentes en la caracterización del Estado mexicano, no sólo en la actual administración, sino también en otras anteriores.A los mexicanos nos urge que con él o con el liderazgo de algún otro personaje, tanto el Estado como el gobierno sean eficaces y eficientes. Nos resulta prioritario que alguien saque a este país del marasmo y no sólo en el tema de la creciente y descontrolada inseguridad, sino también en otras ramas donde acusamos serios rezagos. México no puede darse el lujo de seguir dando palos de ciego y esperando plácidamente a que las cosas se resuelvan por sí mismas. Es impostergable encontrar a ese individuo que cuente con la capacidad para hacer converger las voluntades y para armonizar los esfuerzos colectivos, so pena de ver el colapso del país.Casi todas las generaciones de mexicanos que estamos vivos hemos sido testigos y protagonistas de las diversas formas de crisis que pueden afectar a un país. Hoy vivimos en la crisis de la inseguridad. Ya hemos experimentado antes las crisis económicas, las políticas, las sociales y hasta las morales, en el sexenio de Vicente Fox. Para salir de estos estados de crisis que a veces se antojan como perpetuos, tendríamos que buscar ese “Estado eficaz” que propone Peña Nieto. Ahora si –como bien parafraseara Felipe Calderón a Javier Sicilia- “ya basta”. Ya es hora de que el país y todo lo que eso implica, despierte y vaya en la búsqueda de un futuro justo, viable, en paz y con expectativas para toda la población.