La lluvia no estaba en los planes de los tianguistas...
MORELIA, Mich., 31 de diciembre de 2016.-
Desde días anteriores se habían colocado mantas y carteles anunciando que el popular tianguis del Pedregal, situado al poniente de Morelia, estaría abierto sólo por esta ocasión el sábado 31 de enero, y no como suele instalarse el domingo.
Los días más fuertes para ese mercado sobreruedas, que se especializa en venta de productos de segunda mano, son los miércoles y después los domingos. Los sábados, en la colonia 'Tierra y Libertad', aledaña a la avenida del Pedregal, se coloca otro tianguis que comercializa una mezcla de comestibles, productos nuevos y usados. Ambos mercados se colocaron este 31 de diciembre para ampliar la oferta.
Esto provocó que hubiera más calles llenas de puestos, por lo que la circulación vehicular se hizo más complicada.
Para las diez de la mañana todo parecía marchar como el mercado; sobre ruedas. Los paseantes buscaban ofertas y regateaban los costos con los vendedores; "ya lo menos señito...- uy, ya está bien castigado el precio".
Sin embargo el clima parecía no está en los planes de los tianguistas. Pasadas las once ya el cielo comenzó a ponerse oscuro. Fue paulatino; pasó de nubes grises a unas muy negras. El poniente de la ciudad amenazaba con desbordarse en lluvia.
"Ahora sí viene el agua" decían las señoras apurando el paso para realizar sus compras de la cena de Fin de Año. Otra más se quejaba: "yo tengo ropa tendida, se me va a mojar toda".
Bajó la temperatura, el viento comenzó a soplar con mayor fuerza. Los más previsores empezaron a guardar sus cosas y a levantar sus puestos. Otros sacaron lonas de plástico para cubrir sus tendidos.
Pasada la una de la tarde se soltaron las primeras gotas, muy dispersas. Ya para entonces se había ido el sol por completo, y en su lugar grises nubarrones anunciaron la inminente lluvia. "¡No mames, esto es un aviso de cómo viene el pinche 2017; de la chingada!" le dijo un comerciante a otro mientras apuradamente colocaban un plástico sobre un puesto de ropa.
La lluvia arreció y la gente se guareció bajo los toldos y lonas de los puestos más elaborados, otros corrieron a sus casas o a donde estuvieran a salvo del agua. Por pequeños lapsos, la lluvia bajó su intensidad, pero el daño estaba hecho.
Pasada casi una hora, solo quedó un chipi chipi, el piso mojado, y una cantidad mínima de puestos, los que contaban con toldos resistentes y sombrillas.