Piedra Angular/Leopoldo González
La Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), desde hace algunos años se ha alejado de sus glorias pasadas y de una preocupación central por la educación, y hoy, a juzgar por las actividades callejeras, plantoneras, montoneras y placeras que lleva a cabo, se ha vuelto el enemigo público número uno de la educación y una molesta realidad social.
El problema del comportamiento antieducativo de la CNTE no sólo consiste en que se ha vuelto contra la educación, se ha alejado de las aulas, ha abandonado a los alumnos a su suerte, se ha confrontado con los padres de familia y mantiene a la sociedad como rehén del temor y el miedo: el problema, además, es que desde hace décadas viene arrastrando a todo el sistema educativo –imposición de funcionarios a capricho, procesos administrativos viciados, gasto corriente, trámites escalafonarios y demás- a la quiebra total. Esto no es todo.
La CNTE, desviada de sus fines educativos por sus actuales dirigentes, ha sido convertida en centro de reclutamiento de nostálgicos de la guerrilla, en semillero de agitación revolucionaria, en quinta columna de ideologías descontinuadas de izquierda, en falange desde la cual se intenta frenar cualquier cambio en el país y “desbarrancar” al Estado mexicano. Como se diría en la jerga académica: quienes la integran no son “pacifistas” sino “fascifistas”, por la evidente carga de autoritarismo coercitivo de los procedimientos que emplean en su lucha.
A la luz de todo el daño que la CNTE ha propinado al sistema educativo y a la sociedad, en los niveles nacional y estatal, resulta incomprensible que algunas autoridades sigan consecuentando y tolerando sus prácticas, entregándole poder y recursos y premiando lo que es una paciente tarea de destrucción de la educación.
Si esta actitud de prudencia y flexibilidad institucional continúa así, sin aplicar la ley y dejando los derechos de los paterfamilias y los alumnos al garete, lo más probable es que el deterioro de la educación se profundice, que la exasperación social frente al problema busque otras soluciones, que el cártel de los “profes” consolide su capacidad destructiva, y que un día –a querer o no- la vorágine de una revuelta social nos envuelva a todos. Según el diario El País, de España, nada más son 110 mil los trabajadores de la educación adheridos a la CNTE, tan sólo en los estados de Chiapas, Oaxaca, Guerrero y Michoacán.
Ninguna sociedad puede tolerar indefinidamente el deterioro de su educación y de su vida pública, en nombre de una flexibilidad mal entendida y de una prudencia defensiva.
Hace falta visión, carácter, talento, ponderación juiciosa del entorno, olfato, sensibilidad política y habilidad para negociar, todo esto en la idea de poner límites muy claros a los excesos y arbitrariedades de la CNTE, como condición para salvar al sistema educativo de la crisis sistémica en que se encuentra.