Panóptico
Si nos atenemos a los diagnósticos que se hacen sobre la realidad michoacana desde la ciudad México, la entidad está a punto de caer en poder de un grupo de fuerzas diversas que día con día esclavizan a la población de todos y cada uno de los 113 municipios que hay en Michoacán.
Cierto, una cantidad importante de indígenas y ciudadanos son rehenes de una multiplicidad de intereses, pero eso de que en vivimos en un estado fallido, suena más a una calentura intelectual que a una descripción de la realidad.
Alarma que ningún periodista o analista local encare la embestida desde el corazón político-administrativo de la república.
Deberían fajarse el cinturón para demostrarle, a tan su generis “expertos”, que una premisa indispensable para leer un fenómeno social es la presentación de un abanico de datos, testimonios y otros elementos objetivos contrastantes.
No vivimos en un oasis, pero tampoco en un lugar en que todos los segundos, minutos, horas, días, meses y años, las “fuerzas del mal” nos atormentan, esclavizan, humillan y fortalecen para desafiar al Estado.
Los michoacanos son más grandes que todos esos poderes -institucionales o fácticos- y resulta grave que los analistas, periodistas y otro tipo de comentaristas, especialmente desde la capital del país, hagan una infinidad de elucubraciones sin pisar tierra michoacana, investigar “in situ” para ser responsables con su profesión.