Democracia cara
Nuestra democracia, subdesarrollada y en ocasiones famélica resulta costosa, sabemos que nunca será panacea, solo que lo erogado en favor de los partidos políticos es, por decir lo menos, un gran insulto.Se habla de reelección para profesionalizar el trabajo legislativo, pero me pregunto para ratificar a los mismos de siempre que en muchos casos desconocen su función que nuestra Carta Magna establece, una generación que deambula en el fracaso y el tedio.Los gastos que hacen los partidos políticos a cargo del erario público no se justifica de esa manera, se trata de un despropósito si revisamos que México es una gran factoría de pobres, el desempleo es galopante aunque los datos oficiales en muchos casos tengan un buen de maquillaje.El sistema de partidos es relativamente nuevo en México que antes vivió un monopolio partidario, solo que en la actualidad no hay mayores diferencias entre una propuesta y otra. El poder los iguala diría Joaquín López Doriga.Los relojes electorales en nuestro país están locos, comicios año tras año, promesas y gastos que en muchos casos resultan inútiles. Estamos en la era de la mercadotecnia, la imagen, anuncios como si de productos gaseosos se tratara aunque los contenidos no perfilen propuestas ni recetas para curar los padecimientos sociales. Así es.Leía recién que muchos diputados federales le hacen al turista con cargo al dinero público para conocer mundo aunque nunca digan cuál será la utilidad de sus constantes viajes, algunos ni en sus sueños locos de juventud imaginaron siquiera tomar un champagne en París o mirar los ojos violeta de las mujeres de Praga o fascinarse con la cultura de Barcelona. Si nunca miraban más allá de sus narices. Algunos legisladores no conocen de leyes, le apuestan a su popularidad y muchos desconocen la decencia, algo que seguro les provoca urticaria.Con tales antecedentes no le veo sentido, por ahora, a la reelección legislativa, con estos no vale la pena porque lo urgente es un nuevo diseño institucional, lograr una reforma del Estado de verdad y no una más a medias que responda a coyunturas efímeras.Cara nuestra democracia y con pocos resultados, la partidocracia se ha vuelto soberbia, ayuna de consensos que se reflejen en gobernabilidad. Órganos autónomos con el sello partidista que supone subordinación, así ocurre con el Instituto Federal Electoral y el Instituto de Acceso a la Información Pública. Es decir, los partidos tienen un poder descomunal que no siempre tiene el uso debido, más bien se trata de abuso indebido.